El uso de la “cal viva” (óxido de calcio) como material para la construcción se pierde en el pozo del tiempo. La producción artesanal ha sido siempre la misma a lo largo de la historia, calcinando roca caliza en hornos verticales: los Caleros.
Y si algún pueblo puede hacer alarde de llevar grabada la blanca cal a fuego hasta en el nombre, este es Montesclaros.
La ruta, que parte desde el vecindario donde visitaremos algunos puntos de interés, nos lleva por lo que fue un importante foco de extracción y transformación de la piedra caliza, al encuentro de los hornos de cal y canteras de rocas dolomíticas. Todos ellos están abandonados en la actualidad, pero los indicadores y diversos atriles nos aportan información.
Este es un agradable entorno de dehesa y pinar con abundante arbolado, al este de la Sierra de San Vicente, adecuado para cualquier época del año.